Es un local especial, cuando entras es como una cueva con poca iluminación lo que hace al restaurante un poco mas íntimo y cálido. Tiene un servicio muy eficaz y agradable, con la sonrisa en la boca y con ganas de responder al cliente. De los platos que solicitamos me gustaría resaltar la coca de pimientos y el tartar de atún rojo todo ello en su punto y muy bien presentado. pasando a los segundos platos unas hamburguesas con cebolla confitada, acompañadas de tres tipos de lechugas y yuca frita en su punto y una carne muy buena tanto en el sabor como de punto. A los postres ya no llegamos pero seguro que seguirán la buena línea de la carta. Enhorabuena al equipo porque merece la pena volver….