En este lugar habría que sentarse a la mesa, obviar la carta y escuchar las recomendaciones de la casa. Tanto el Menú degustación (seis platos) como la carta son aciertos memorables. Y para acertar completamente con los vinos, sugiero dejarse llevar por las indicaciones del Sumiller. La calidad de sus materias primas, la creatividad del chef del Álamo, las recomendaciones de Mateo Gelado y la precisión de Fernando en la sala, conquistan a cualquier persona exigente y sensible. Y su comedor sencillo y elegante, las magníficas presentaciones y un excelente servicio, hacen de él un lugar donde parar el tiempo, disfrutar y volver. Exito asegurado.
